Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo. (Ecl 3,1)
לַכֹּ֖ל זְמָ֑ן וְעֵ֥ת לְכָל־חֵ֖פֶץ תַּ֥חַת הַשָּׁמָֽיִם
Τοῖς πᾶσιν χρόνος, καὶ καιρὸς τῷ παντὶ πράγματι ὑπὸ τὸν οὐρανόν.
Omnia tempus habent, et suis spatiis transeunt universa sub cælo.
Qohéleth era un observador atento de la vida, y tal vez la aprovechaba al máximo. Conocía el sabor de la abundancia y el dolor de la carencia. Experimentaba todo porque valoraba el tiempo como un regalo. Los momentos, días y años que pasan, pertenecen al pasado, pero también son la riqueza de la memoria que se transforma en sabiduría. Leyendo las reflexiones de Qohéleth, uno descubre que no se trata de una comprensión abstracta del tiempo, sino que siempre es el tiempo de “algo”. Hoy, el tiempo es para que yo relacione todo lo que me sucede con Aquel que es Eterno.
