¡Piedad, piedad de mí, vosotros, mis amigos, pues es la mano de Dios la que me ha herido! (Jb 19,21)
חָנֻּנִי חָנֻּנִי אַתֶּם רֵעָי כִּי יַד־אֱלֹוהַּ נָגְעָה בִּי׃
miseremini mei miseremini mei saltim vos amici mei quia manus Domini tetigit me.
ἐλεήσατέ με ἐλεήσατέ με ὦ φίλοι χεὶρ γὰρ κυρίου ἡ ἁψαμένη μού ἐστιν.
Entre el grito de misericordia de Job חָנֻּ֣נִי [hannuni] y el “aquí estoy” de Moisés הִנֵּֽנִי [hinneni] hay menos de una pizca. Parece tan poco. Solo hay una diferencia entre un trozo de una letra y el sonido de un sonido. El rabino Levi Yitzchak afirmó que en el futuro Dios revelará el significado no solo de las letras negras, sino también de los espacios en blanco de la Torá. Sin embargo, ya hoy podemos ver que un detalle tiene una enorme importancia.
