Salió otro ángel del templo, gritando con voz potente al que estaba sentado sobre la nube: Echa tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de la siega, pues está seca la mies de la tierra. (Apoc 14,15)
καὶ ἄλλος ἄγγελος ἐξῆλθεν ἐκ τοῦ ναοῦ κράζων ἐν φωνῇ μεγάλῃ τῷ καθημένῳ ἐπὶ τῆς νεφέλης· πέμψον τὸ δρέπανόν σου καὶ θέρισον, ὅτι ἦλθεν ἡ ὥρα θερίσαι, ὅτι ἐξηράνθη ὁ θερισμὸς τῆς γῆς.
Et alter angelus exivit de templo clamans voce magna ad sedentem super nubem: “Mitte falcem tuam et mete, quia venit hora, ut metatur, quoniam aruit messis terrae”.
En la Biblia, la palabra “siega” no se refiere solo a la recolección de granos maduros, sino también de uvas. La simbología de la siega está relacionada con la madurez y la plenitud del desarrollo. Nadie recolecta granos o frutos que aún no están maduros: necesitan tiempo para alcanzar su madurez y estar listos.
En las parábolas, Jesús mismo explica que «la siega es el fin del mundo» (Mt 13,39). Esto nos recuerda que no debemos temer Su venida. Dios conoce a cada uno de nosotros y sabe cuándo estamos listos, cuándo el “fruto” de nuestra vida ha alcanzado su plenitud. Él siempre actúa en el momento adecuado, nunca demasiado temprano ni demasiado tarde. El Señor vendrá cuando «ha llegado la hora de la siega, pues está seca la mies de la tierra» (Ap 14,15).
