Decid a los pusilánimes: ¡Ánimo, no temáis! Mirad, es vuestro Dios; ya viene la venganza, la revancha de Dios; viene él mismo a salvaros. (Is 35,4)
אִמְרוּ֙ לְנִמְהֲרֵי־לֵ֔ב חִזְק֖וּ אַל־תִּירָ֑אוּ הִנֵּ֤ה אֱלֹֽהֵיכֶם֙ נָקָ֣ם יָבֹ֔וא גְּמ֣וּל אֱלֹהִ֔ים ה֥וּא יָבֹ֖וא וְיֹשַׁעֲכֶֽם
Dicite pusillanimis: Confortamini, et nolite timere: ecce Deus vester ultionem adducet retributionis: Deus ipse veniet, et salvabit vos.
παρακαλέσατε, οἱ ὀλιγόψυχοι τῇ διανοίᾳ· ἰσχύσατε, μὴ φοβεῖσθε· ἰδοὺ ὁ θεὸς ἡμῶν κρίσιν ἀνταποδίδωσιν καὶ ἀνταποδώσει, αὐτὸς ἥξει καὶ σώσει ἡμᾶς.
¡Ánimo! (חָזַק ḥāzaq), en hebreo, es la forma imperativa del verbo חָזַק (ḥāzaq), que significa “ser fuerte, poderoso, valiente”, “hacerse más fuerte”, “insistir”, “prevalecer”, “esforzarse”, “ser obstinado”, “persistir”. Algunos estudiosos creen que el verbo originalmente significaba “envolver fuertemente” y “rodear”.
La profecía de Isaías, en la primera lectura de hoy (Is 35,4-7), dirigida a quienes han perdido toda esperanza de liberación, tienen “manos débiles y rodillas débiles”, anuncia la llegada de un salvador, y un Salvador muy especial. Isaías dice que se acerca el momento de la liberación y que el Salvador no será otro que Dios mismo: “¡Ánimo, no temáis! Mirad, es vuestro Dios; ya viene la venganza, la revancha de Dios; viene él mismo a salvaros”. Entre los signos que acompañarán su Al llegado, se produce también una transformación total: entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se abrirán los oídos de los sordos.
Esta apertura nueva y maravillosa la realiza Jesús, de quien habla el Evangelio de hoy (Mc 7,31-37). Abrir los oídos de los sordomudos es el signo de que Jesús es el Mesías anunciado por el profeta. Por eso, quienes siguen a Jesús pueden tener una confianza tan grande en Él que se convierte en fuerza y poder, porque están rodeados por el poder divino que actúa en Jesús.
